Luna, mi compañera de vida
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Mina y Luna, con mirada enigmática y profunda |
Sus juegos y su carácter
Luna fue una gatita inteligente, cariñosa y preciosa, mezcla de siamés y gata común. Su carácter tranquilo hacía la convivencia fácil y única. Podías cogerla en brazos, bailar con ella o acunarla sin que huyera ni se quejara jamás.
Diecinueve años juntas
Vivió conmigo diecinueve años, acompañándome en mis penas y en mis alegrías. Ella solo me regaló amor, ternura y compañía.
Y así fue. Jamás la vi decaída: seguía saltando, corriendo, cazando insectos que se aventuraban en casa. Hasta sus últimos días fue una gran exterminadora de bichos.
El último adiós
Tres días antes de su muerte dejó de comer; apenas se movía. Tenía que llevarla a su arenero y acercarle agua. Aún bebía, hasta que veinticuatro horas antes de su partida también dejó de hacerlo. Entonces supe que había llegado la hora.
Trabajaba en un restaurante y debía ausentarme por unas horas. Solo pedía que no se marchara sin mí. Y cuando volví, allí estaba, esperándome tranquila en su camita. La tomé en brazos y la llevé conmigo a la cama.
Puse música suave y pasé la noche acariciándola, hablándole, acompañándola en su tránsito. Ella no dejó de mirarme. En un momento me quedé dormida, y su maullido me despertó. Apenas con fuerzas, apoyó su cabecita sobre mi brazo y extendió sus patitas como si me abrazara, igual que tantas noches había hecho.
La abracé llorando, desgarrada, aunque en mi interior comprendía que su alma tenía que seguir su camino. Cuando me levanté para buscar una caja donde depositar su cuerpo, sentí un calor envolvente, como un abrazo invisible, un calor de hogar.
Señales después de su partida
Durante varias noches después, escuchaba el llanto de un gato. Creí que era mi otra gatita, pero no: ella dormía plácidamente a mi lado. Comprendí entonces que era Luna, que quizás mi dolor la retenía aquí.
En Nochevieja de ese mismo año, hice una meditación especial para despedirme de ella. La vi frente a mí, y desde el corazón le agradecí y la solté con amor. Esa misma noche cesaron los lamentos.
Sueños con Luna
Desde entonces comenzó a visitarme en sueños. Navegábamos juntas, subíamos escaleras, afrontábamos peligros… siempre a mi lado, como había sido en vida.
Al principio la veía enferma, tal como la recordaba en sus últimos días, pero poco a poco, en cada sueño, aparecía más sana y rejuvenecida. Una vez incluso la vi acompañada de un gran gato blanco, que sentí como su guía.
Veinte meses después de su partida, soñé con ella de una forma distinta. Ya no estaba enferma: era joven, hermosa, con un pelaje claro, brillante, lleno de vitalidad. Se tumbó junto a mí como siempre y, al despertar, sentí en el pecho un amor indescriptible. Supe entonces que Luna había sanado por completo y seguía su camino.
Desde aquel sueño, Luna dejó de aparecer tan seguido, aunque a veces vuelve, como aquella vez en que la vi protegiendo mi hogar.
Siempre conmigo💖😻
Casi todos los días pienso en ella y cuando puedo subo a la montaña donde está enterrada. Me siento junto a su piedra y encuentro paz.
Porque Luna fue, es y siempre será mi compañera de vida.
MARILÓ